El enigmático, reservado y visionario Steve Jobs, ha muerto hoy a los 56 años, ha anunciado Apple. Jobs era mucho más que el consejero delegado de Apple. Nunca antes una marca estuvo tan asociada a una persona. Su contribución al mundo tecnológico le convierte en uno de los grandes innovadores de los últimos 75 años, en un transformador de la industria. El Thomas Edison del siglo veintiuno hizo del ordenador un artilugio simple de usar, cambió la manera de hacer negocio con la música a través de Internet y lanzó la telefonía móvil en otra dimensión.
La familia ha emitido un comunicado en el que explicaba que Jobs había muerto "en paz" y rodeado de sus seres queridos. "Sabemos que muchos de ustedes llorarán la pérdida con nosotros y les pedimos que respeten nuestra privacidad durante este momento de pena".
Una larga enfermedad
En abril de 2009 fue sometido a un trasplante de hígado, tras negar durante meses los rumores sobre su delicado estado de salud. En septiembre de ese año reapareció en público para lanzar la tercera generación del popular reproductor iPod. Alarmantemente delgado, y con la voz muy débil, aprovechó para hacer campaña por la donación de órganos.
Aunque se le considera uno de los grandes innovares de la historia, no fue porque creara nuevos productos. Jobs ni inventó el ordenador personal, ni el ratón, ni los reproductores digitales de música, ni los teléfonos inteligentes, ni las tabletas, ni las tiendas electrónicas de música o de libros. Y estaba obsesionado con la competencia, a la que forzó a redefinir sus estrategias.
Jobs tuvo la capacidad de simplificar la tecnología existente y explotar su potencial, en el momento adecuado. El Mac que hoy se conoce debutó en el mercado en enero de 1984, como el primer ordenador que presentan todas sus funciones de una manera gráfica. Y lo dotó de un ratón, para que el usuario pudiera desplazar el cursor por la pantalla y con un simple click activar las funciones de los distintos programas. Simplificó la complejidad.